Font: Diario Progresista
Cautiverio, tortura y muerte: españoles en Mauthausen. Poco se
habla de lo que no se quiere hablar. La pérdida de memoria, voluntaria o
no, destruye neuronas o las transforma, y de forma paulatina se va
perdiendo la esencia propia y el sentido del ser.
También
ocurre cuando olvidamos conscientemente actos de crueldad humana en la
historia. Es el caso de los recuerdos hacia los compatriotas españoles,
que sufrieron cautiverio, tortura y muerte en los campos de exterminio
de la Alemana nazi.
En el pasado mes de mayo, se han cumplido 68 años desde que se liberó
el macabro campo de exterminio de Mauthausen, por las fuerzas
estadounidenses, en el que miles de españoles republicanos murieron, por
haberse empeñado en defender la libertad en España y fuera de ella. La
dictadura franquista consiguió, durante casi cuarenta años, ocultar
aspectos esenciales de la verdadera historia. Años después, en
democracia, no se han hecho todos los esfuerzos necesarios para dar a
conocer la tragedia de los hombres y mujeres que la sufrieron. Y ahora,
el gobierno de turno con sus voceros al frente, siguen con su afán
revisionista, ocultando la historia.
Cuando terminó la guerra civil española, huyendo de Franco y de la
sangrienta represión fascista, cerca de quinientos mil republicanos
cruzaron las fronteras hacia Europa. Francia los recibió mal y fueron
internados en diferentes campos de refugiados o de concentración. La
derrota francesa llevó a miles de ellos a caer prisioneros del Tercer
Reich, por defender la libertad y luchar contra el nazismo. Todos estos
hombres y mujeres, víctimas de la guerra, sufrieron el régimen cruel de
la dictadura nazi. El gobierno de Franco nunca les reconoció como
conciudadanos, alegando que no existían españoles fuera de España. Hoy,
la derecha reaccionaria española sigue sin reconocerlos.
Quienes abandonaron España en febrero de 1939, procedían de todas las
condiciones sociales, y habían perdido ya toda esperanza de construir
en su país una sociedad moderna y democrática; pero la sed de libertad y
el espíritu de lucha la llevaron a todos los rincones de Europa. De su
convicción y valor dieron muestra miles de españoles, en la «resistencia
francesa», en el ejército o en la «Legión Extranjera». Los primeros
vehículos blindados de la División Leclerc que liberaron París, iban
conducidos por republicanos españoles. El tributo pagado por la búsqueda
de libertad fue muy costoso.
El 6 de agosto de 1940, 470 presos españoles, llegaron en vagones de
carga a Mauthausen. Serian los primeros de los más de diez mil
republicanos deportados a los campos de concentración, de trabajo y de
exterminio nazis (más de 1600 según diferentes fuentes), siendo
considerados como enemigos y apátridas. Fueron marcados con un triángulo
azul, con una «S» de Spanier en el centro. Allí conocieron lo que nunca
podían haber imaginado: trabajos forzados, agotamiento, hambre,
enfermedades, castigos, crueldad y muerte. No eran las únicas víctimas. A
su alrededor, miles de prisioneros padecían su mismo destino (se
calcula en 195.000 prisioneros en Mauthausen entre agosto de 1938 y mayo
de 1945). De los españoles que entraron en Mauthausen solamente dos mil
regresaron a Francia en 1945.
En una segunda fase (después de 1943) los republicanos españoles que
llegaban a Mauthausen eran los detenidos por su actividad en la
resistencia francesa. En total, alrededor de treinta y cinco mil
españoles participaron en la guerra mundial junto a los aliados. Cerca
de siete mil acabaron en el campo de concentración de Mauthausen, que
pronto sería conocido entre los prisioneros como «El campo de los
españoles». Fueron albañiles españoles quienes construyeron ese mausoleo
de terror «cada piedra de Mauthausen representa la vida de un español».
Los trabajos forzados en Mauthausen se realizaban en la cantera de
granito. Una larga escalera separaba el tajo de los barracones. Los
presos, cargados con grandes piedras, subían la escalera diez o doce
veces al día, golpeados por los «kapos» que les empujaban. El 26 de
agosto de 1940, murió el primer español (de los más de 95.000
prisioneros que murieron en ese campo). Sus compatriotas, guardaron el
primer minuto de silencio de los muchos que se producirían durante los
cinco años de cautiverio.
Con el paso del tiempo, algunos pasaron a desempeñar trabajos
especializados como: albañiles, peluqueros, administrativos, sastres,
intérpretes o fotógrafos. Esta situación les ofreció mayores
posibilidades para sobrevivir y ayudar a sus compañeros de presidio.
Accedían a más información y disponían de más autonomía para sostener la
organización clandestina. Cuando en 1942 comenzaron ha llegar
prisioneros de la resistencia francesa y del frente ruso, los españoles
eran veteranos expertos y buenos estrategas en la lucha por la
supervivencia. Repartían medicinas robadas de la enfermería y
redistribuían, entre los más débiles y enfermos, la escasa comida que
les llegaba.
Cuando el Ejército norteamericano entró en Mauthausen el 5 de mayo de
1945, después de cinco largos años, banderas republicanas habían
sustituido a las banderas nazis, y en la puerta del campo, una gran
pancarta decía: «Los españoles antifascistas saludan a las fuerzas
libertadoras». Habían muerto en los campos de concentración cuatro mil
cuatrocientos españoles (según la base de datos del Ministerio de
Justicia, sobre los fallecidos en Alemania y Austria).
68 años después, el gobierno de Rajoy, no ha mostrado ningún interés
en participar en los actos de homenaje que en Mauthausen se han hecho en
memoria de las víctimas y asesinados. Resulta llamativo que, mientras
tanto, en un acto de conmemoración de la fundación de la Guardia Civil,
excombatientes «voluntarios de la división azul» en las filas del
ejercito del Tercer Reich, recibieron placas conmemorativas por su
«gesta». Tampoco asistió el gobierno, ni envió representante, a los
actos en el cementerio de Fuencarral de Madrid, en homenaje a los
españoles que lucharon por la libertad de Europa en las filas aliadas en
la «segunda guerra mundial». El color de la ideología del gobierno está
dibujado con su aptitud.
En memoria de cuantos han sufrido cautiverio, tortura y muerte por la libertad, la democracia y la justicia social.
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