Artículo publicado por Vicenç Navarro en la columna “Dominio Público” en el diario PÚBLICO, 4 de julio de 2013
Este artículo analiza la situación en España, incluida Catalunya, y las posibilidades y estrategia para un cambio.
Estamos viendo claramente en España (y
también, por lo tanto, en Catalunya) el fin del periodo iniciado en la
transición de la dictadura a la democracia, conocido como el “periodo
democrático”. Como resultado del enorme dominio que las fuerzas
profundamente conservadoras tenían sobre el Estado español y sus
aparatos y también sobre los medios de información, las instituciones
llamadas representativas reproducían una visión y una práctica
democrática enormemente limitada que determinó una democracia muy
incompleta, responsable de un bienestar social sumamente insuficiente.
El gran retraso social de España (con el gasto y empleo público en su
Estado del Bienestar más bajos de la comunidad de países de semejante
desarrollo económico, la Unión Europea de los Quince, UE-15, y con el no
reconocimiento de la plurinacionalidad del Estado español) es un
indicador de las enormes limitaciones de la democracia española. Esta se
ha entendido y promovido por los establishments políticos y mediáticos
que dominan el poder en nuestro país, como el proceso de votar cada
cuatro años según un proceso electoral muy poco representativo y
proporcional, sesgado en contra de las fuerzas reformistas, en un
contexto mediático carente de diversidad ideológica.
La respuesta de las instituciones
estatales (tanto centrales como autonómicas) a las crisis actuales
(financiera y económica) refleja claramente las enormes limitaciones de
esta democracia. En realidad, la democracia apenas existe hoy en España.
Se están llevando a cabo políticas sumamente impopulares sin ningún
mandato popular, pues ninguna de estas políticas estaba en los programas
electorales de los partidos gobernantes que las están imponiendo a la
ciudadanía. Por lo demás, las fuerzas ultraconservadoras están
consiguiendo lo que siempre han deseado, es decir, el desmantelamiento
del estado del bienestar y la reducción de los salarios, (en complicidad
con las élites gobernantes de la Unión Europea), justificando dichas
medidas como necesarias “para recuperar la confianza de los mercados
financieros” o “para mejorar la competitividad” u otros argumentos que
ocultan el enorme poder de unas minorías financieras y patronales que
diseñan aquellas políticas para optimizar sus intereses, con la ayuda de
las mal llamadas instituciones democráticas y de las mediáticas que
controlan o sobre las que tienen una gran influencia.
Hoy, demacracia en España, incluyendo en
Catalunya, es votar cada cuatro años -en un proceso escasamente
democrático- para elegir gobiernos que no cumplen su programa electoral,
imponiendo políticas opuestas a las que prometieron. Y la mayoría de la
población está hastiada, con la consiguiente pérdida de legitimidad del
sistema democrático; hastío que viene incluso más acentuado como
resultado de la extendida corrupción, consecuencia del maridaje
existente entre el establishment financiero y empresarial con el
establishment político y mediático.
¿Cómo se reproduce esta supuesta democracia?
Este sistema escasamente democrático se
reproduce a base de una enorme represión, no sólo policial (la cual ha
aumentado considerablemente) sino también económica. El elevadísimo
desempleo tiene aterrorizada a la población. Existe un temor (diría yo
terror) entre la ciudadanía a perder su puesto de trabajo, terror que el
mundo empresarial aprovecha para bajar los salarios, empeorar las
condiciones de trabajo, anular los convenios colectivos y debilitar y
demonizar los únicos instrumentos que las poblaciones trabajadoras
tienen a su alcance: los sindicatos.
Este terror es un campo fértil para que
cuajen los mensajes que llegan a la ciudadanía a través de los medios,
que están altamente controlados (muy en especial por la banca, que les
presta el dinero que los tiene endeudados). Junto a la represión, la
información (mejor dicho, desinformación) es el mecanismo por el cual el
sistema de poder y sus instituciones se mantienen y reproducen. Se crea
así una imagen de inevitabilidad de las políticas públicas que dañan a
las clases populares, insistiendo en que “No Hay Alternativas”, el
mensaje que ha sido promovido con más intensidad por los medios de mayor
difusión. Es precisamente la falta de diversidad ideológica de los
medios (que excluyen sistemáticamente la abundante evidencia que muestra
lo contrario) lo que permite que estos mensajes, claramente
ideológicos, se presenten como “científicos” o “razonables”.
La realidad, sin embargo, siempre
termina imponiéndose. Y el gran fracaso de estas políticas de recortes y
de reformas laborales regresivas (que intentan exitosamente bajar los
salarios y destruir empleos) en conseguir lo que se presentaba como su
objetivo –la recuperación económica- está mostrando su falsedad,
apareciendo con intensidad detrás de ellas los intereses financieros y
económicos que las promocionan.
Las revueltas populares
El movimiento 15-M fue un soplo de aire
fresco que se está convirtiendo (a través de los distintos movimientos
que lo componen) en un vendaval. Su gran impacto ha sido debido,
precisamente, a su radicalidad, es decir, el ir directamente a la raíz
de los problemas en España: la falta de democracia. Su “no nos
representan” y su “no hay pan para tanto chorizo” (entre otros muchos
otros eslóganes) iban directamente al grano y contaron y cuentan con
gran apoyo y simpatía popular, de los que derivan su gran poder e
influencia. Y este movimiento está teniendo un impacto radicalizador en
los instrumentos tradicionales de las izquierdas tales como partidos
políticos y sindicatos. Entre estos movimientos en Catalunya está el
movimiento llamado “para un proceso constituyente” (“per un Procés
Constituent”).
Una característica común de estos
movimientos es una protesta frente a esta estructura de poder, que
controla las instituciones llamadas representativas para optimizar sus
intereses. Dicha estructura está asfixiando la democracia en España.
Como bien ha señalado el 15-M, “Su democracia no es nuestra democracia”.
Y “su España no es nuestra España”. Y “sus símbolos no son nuestros
símbolos”. Su atractivo es su radicalidad, no solo en sus análisis sino
también en sus medios. “No os dejaremos dormir, si no nos dejáis soñar”
transmite un mensaje contestatario de un reformismo radical. Y por soñar
se entiende diseñar y llevar a cabo una alternativa al sistema
ademocrático y, en muchas dimensiones, antidemocrático que existe en
España.
La definición del futuro deseable
La protesta, sin embargo, no es
suficiente. Se requiere diseñar alternativas al sistema democrático
actual con el desarrollo de una estrategia sobre cómo alcanzarlas. De
ahí la necesidad y urgencia de encontrar puntos de acuerdo entre los
distintos movimientos sociales contestatarios para que se pueda ir
creando un movimiento político socialreunido alrededor del consenso
sobre un programa que refleje el tipo de sociedad que se desea, con
suficiente especificidad, y que cuente, punto por punto, con amplio
apoyo popular. Y en contra de lo que pudiera parecer, este proyecto,
conceptualmente, debería ser fácil, pues un simple análisis de la
mayoría de los movimientos sociales, así como de los partidos políticos
de izquierda y de los sindicatos, muestra que los puntos en común son
mucho más abundantes que los puntos de separación. La dificultad
radicará en los comportamientos corporativos de las élites dirigentes de
estos instrumentos de las clases populares, que desearán enfatizar su
propia identidad sobre el proyecto común. Pero es ahí donde el
movimiento político social debería movilizar a las clases populares,
incluyendo también a las bases de esos partidos y sindicatos (que
deberían ser uno de los componentes de ese movimiento, sin liderarlo), a
fin de presionar para que se desarrolle un programa consensuado por
todos sus componentes.
La respuesta del establishment a las revueltas populares
Ni que decir tiene que ya existe un
intento por parte de los establishments políticos y mediáticos de
desacreditar ese movimiento. Y el intento que se reproduce con mayor
frecuencia es aquel que presenta dichos movimientos como
bienintencionados pero “no realistas”, “utópicos”, o “algo
irrealizable”. Ese sentimiento, sintetizado en la frase de que “son
buena gente pero no tienen los pies en la tierra” traduce este intento
de desmerecer el enorme potencial de cambio que ofrecen tales
movimientos. “No tener los pies en la tierra” es el código utilizado por
las fuerzas conservadoras de todos los colores para señalar que
aquellos movimientos no aceptan las estructuras de poder que los
establishments consideran inalterables.
Por ejemplo, la petición del proceso
constituyente en Catalunya de la expropiación de la banca privada (que
se caracteriza por su carácter especulativo) y la defensa de la banca
pública se desmerece como poco realista, aún cuando la experiencia
muestra que la primera nos ha conducido al desastre de la falta de
crédito y la segunda, cuando ha existido en condiciones reguladas, ha
dado mejores resultados que la banca privada. O cuando se pide el fin de
los salarios bajos y de los recortes, se responde ridiculizando esta
petición como contraria a lo que la ciencia económica aconseja, cuando
en realidad toda la evidencia científica muestra precisamente lo
contrario. O cuando se pide democracia participativa, expandiéndola
mediante el poder de decisión a través de referéndums vinculantes tanto a
nivel central como autonómico y local, se niega su posibilidad
considerándola anticonstitucional, idealizando una Constitución que fue
resultado de un gran dominio de las fuerzas conservadoras en el proceso
de transición. Y así un largo etcétera.
Otra España y otra Catalunya son posibles
Existe una gran agitación social en
España, incluyendo Catalunya, frente a esta España oficial, frente a los
establishments políticos y mediáticos y frente a los poderes
financieros y económicos que los instrumentalizan. Nunca antes, durante
el periodo democrático, había habido mayor nivel de movilización, con
gran descrédito de las instituciones del Estado y pérdida de su
legitimidad. Para millones de españoles, esta España oficial no es su
España, y para millones de catalanes, esta Catalunya oficial tampoco es
la suya. Lo que se requiere es que estas distintas movilizaciones
sectoriales converjan hacia una movilización política (que no quiere
decir crear un nuevo partido político) que demande y exija el desarrollo
de otra España y de otra Catalunya que sean auténticamente
democráticas, con amplia participación de la ciudadanía en la gobernanza
del país, tanto a nivel central como autonómico y local, a través de
fórums de democracia directa -tales como referéndums vinculantes- o con
formas de democracia indirecta o representativa basadas en un sistema
electoral auténticamente proporcional y con plena diversidad ideológica
en los medios (hoy prácticamente inexistente).
Democracia es poder de decisión de la
ciudadanía a todos los niveles del Estado y que, como reconocimiento del
carácter plurinacional de España, este poder pueda ejercerse por todos
los pueblos y naciones de este país. Por último, como condición para
eliminar los obstáculos que empobrecen la democracia, se requieren
políticas públicas redistributivas que terminen con la enorme
concentración de las rentas y riquezas que convierte a España en el país
más desigual de la UE-15. Esta desigualdad es causa y consecuencia de
nuestra limitadísima democracia.
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