Artículo publicado por Vicenç Navarro en la columna “Dominio Público” en el diario PÚBLICO, 11 de abril de 2013
Este artículo señala la posición
fundamental que la Monarquía juega en el mantenimiento y reproducción
de las instituciones del Estado español que se caracterizan por su
enorme insuficiencia democrática. El artículo también critica a Paul
Preston por su idealización de la figura del Rey y de la Monarquía en
España que contrasta con su demonización del dirigente comunista
Carrillo.
Hoy estamos viendo en España, incluyendo
en Catalunya, la crisis más profunda que haya existido desde el momento
de la Transición, crisis que no es sólo financiera y económica, sino
también política. La crisis de legitimidad del sistema representativo es
profunda, como muestran varios indicadores, siendo el más significativo
el elevado acuerdo existente entre la población con el eslogan,
enunciado inicialmente por el movimiento 15-M, de que los políticos que
nos gobiernan y constituyen la clase política gobernante “no nos
representan”. Tal pérdida de apoyo popular y cuestionamiento de su
legitimidad, incluye desde la Corona y el Congreso de los Diputados (y
el Parlament de Catalunya) hasta los distintos componentes del Estado
español, sea éste central, autonómico o local. Contribuyendo a esta
situación, existe la protesta ciudadana, resultado de una mayor y
creciente exigencia democrática y consecuente rechazo a la corrupción,
que se percibe que está generalizada entre la clase política gobernante-
Tal rechazo está bien definido en el eslogan, también del movimiento
15-M, que indica que “no hay pan para tanto chorizo”. Tal percepción de
la existencia de corrupción es extensa y afecta a todas las
instituciones del Estado, desde la Corona hasta los distintos niveles de
la administración pública, tanto central y autonómica, como local o
municipal, percepción de corrupción que es incluso más acentuada en el
mundo financiero y gran empresarial, cuya excesiva influencia sobre la
clase política es una de las causas de la baja calidad de la democracia
española. Un indicador de tal influencia son las políticas de
austeridad, con recortes de derechos sociales y laborales, impuestas a
la población, tanto por el gobierno conservador español, como por el
gobierno conservador catalán, políticas que no tienen ningún apoyo ni
mandato popular, pues no estaban en las propuestas y programas
electorales de los partidos gobernantes.
La Transición inmodélica, causa de la enorme crisis política
Esta situación de crisis financiera,
económica y política no puede explicarse sin remontarnos a nuestra
historia. El presente es fruto directo del pasado. Y este pasado nos
señala los siguientes hechos:
1. La limitada democracia española, que
se expresa en las limitadísimas oportunidades que tiene la ciudadanía en
la gobernanza del país (limitándose a votar cada cuatro años) y en
sistemas electorales escasamente representativos (muy poco
proporcionales), es fruto del enorme dominio que las fuerzas
ultraconservadoras tenían sobre el aparato del Estado y sobre los medios
de información y persuasión en el momento de la transición de la
Dictadura a la Democracia.
2. Tal proceso fue profundamente
inmodélico, pues fue resultado de un enorme desequilibrio de las fuerzas
políticas en aquel proceso. La nomenclatura procedente del Estado
dictatorial (que controlaba todas las ramas del Estado, desde el
ejecutivo al legislativo, así como el judicial, policial y fuerzas
armadas) era enormemente fuerte, y su cúspide era la Monarquía, máxima
autoridad en todas las ramas del Estado. Las izquierdas (que habían
liderado el movimiento democrático) por el contrario, eran débiles y no
pudieron canalizar la enorme protesta popular que había forzado el fin
de la dictadura. Tales fuerzas políticas acababan de salir de prisión
y/o habían vuelto del exilio. La enorme represión del régimen
dictatorial (por cada asesinato político cometido por Mussolini, la
dictadura de Franco cometió 10.000) había debilitado tales partidos
políticos hasta entonces clandestinos.
3. Hablar de que la Transición fue
resultado de un consenso entre los herederos de los vencedores y los
herederos de los vencidos de la Guerra Civil, como Santos Juliá, Javier
Pradera y gran número de intelectuales del establishment mediático
español han presentado aquel proceso es una exagerada idealización de
aquella Transición. El primer objetivo de las izquierdas fue que se
permitiera su existencia, aún cuando ello fuera en situación de
desventaja, como así fue. Hablar de consenso entre los herederos de los
vencedores y los herederos de los vencidos, cuando los primeros lo
tenían prácticamente todo y los segundos casi nada, es abusar del
término “consenso”.
4. La Constitución fue fruto de este
desequilibrio. Los mismos autores que promovieron la definición de
aquella Transición como modélica, defendieron aquella Constitución como
ejemplar, “siendo una de las más avanzadas de las hoy existentes en
Europa”, tal como Santos Juliá la definió. En realidad, tal documento se
caracterizó por su insensibilidad social y su inhabilidad en reconocer
el carácter plurinacional del Estado español. Como consecuencia, España
continúa hoy, tras más de treinta años en esta democracia, con uno de
los gastos públicos sociales por habitante más bajos de la Unión Europea
de los Quince, y sin todavía haber admitido que Catalunya, por ejemplo,
es una nación. El “café para todos” es un producto de esta
Constitución. Y el Tribunal Constitucional es un fruto de tal
Constitución y del proceso inmodélico que la creó.
5. La Transición significó una apertura
del Estado, heredado de la dictadura, altamente desequilibrado,
permitiendo la entrada de las izquierdas y otras fuerzas democráticas en
su seno, pero dentro de un contexto en el que las fuerzas conservadoras
tenían una influencia desmesurada en los aparatos del Estado (tanto a
nivel central como autonómico) y en el que los grupos fácticos, como la
banca y la gran patronal, continuaron teniendo un enorme dominio en la
vida política del país. Acaba de publicarse un libro Oligarquía
financiera y poder político en España, escrito por un ex banquero,
Manuel Puerto Ducet, que a pesar de sus obvias limitaciones (presenta al
presidente de la compañía Abertis como un empresario ejemplar –la
compañía Abertis debe su supuesto éxito empresarial precisamente a sus
conexiones políticas con los gobiernos conservadores que han dominado la
vida política de Catalunya desde el inicio de la democracia-) contiene
información que, como el autor señala, muestra como los vencedores de la
Guerra Civil y la nomenclatura del régimen dictatorial continúan
controlando el capital financiero de este país. Lo que la Transición
significó fue la abertura de tal sistema a las izquierdas, con la
incorporación de personalidades de las izquierdas gobernantes en un
entramado financiero-empresarial-político que constituye el
establishment español (incluyendo el catalán) y que controla la vida
política y también mediática del país.
6. El poder de tal establishment se
mantiene predominantemente a través de tres tipos de intervenciones. La
primera es el enorme control de los medios de información y persuasión,
tanto públicos como privados, con clara marginación y discriminación
hacia las izquierdas (lo que ocurre tanto en España como en Catalunya).
Esta enorme represión ideológica es un indicador de su enorme
inseguridad. Hoy España (incluyendo Catalunya) es el país de la Unión
Europea con menor pluralidad ideológica en sus medios, sin prácticamente
medios de izquierda. El establishment español, incluyendo el catalán,
es consciente de que se asienta sobre un volcán potencial, pues las
encuestas muestran que la población española y catalana está más a la
izquierda que el establishment, siendo también el país en la Unión
Europea en el que su población está menos satisfecha con sus
instituciones llamadas representativas, tanto las españolas (incluyendo
las catalanas) como las europeas. De ahí el enorme temor y represión a
voces de izquierdas, pues saben que el potencial de movilización es muy
elevado.
El segundo tipo de intervenciones es la
represión económica, creando gran inseguridad entre las clases
populares, lo cual consiguen a través del aumento del desempleo (que
crea inseguridad y temor en toda la población) y el descenso de la
protección social.
Y el tercer tipo de intervención es la
represión física y policial que ha aumentado con el gobierno PP. España
tiene el mayor número de policías y el menor número de personas adultas
por 10.000 habitantes trabajando en los servicios públicos del Estado
del Bienestar de los países de la Unión Europea de los Quince.
7. La Monarquía es el centro del
establishment y es el que le da garantías de seguridad. Todos los
mecanismos de información de mayor difusión se movilizan para crear una
popularidad de los miembros de la Corona, comenzando por el Rey, (desde
la imagen errónea de que el Monarca haya sido el que ha traído la
democracia a España, a su supuesta accesibilidad y campechanía. En
realidad, gran número de personajes, incluso progresistas, ha sucumbido a
esta percepción, siendo el caso más extremo el de Paul Preston, que en
su libro Juan Carlos. Un Rey del Pueblo describe al Monarca como el Rey
del Pueblo. Tal libro es de un oportunismo denunciable, pues idealiza la
imagen del Rey sin percibirse que la Monarquía es el centro del
establishment español responsable de las enormes limitaciones de la
democracia española. Es incoherente en extremo denunciar, como hace
Preston, el silencio sobre los desaparecidos o “la corrupción masiva que
hay en España, herencia del franquismo” (entrevista a Paul Preston en
La Vanguardia 06.04.13) y a la vez alabar al Rey y a la Monarquía que ha
contribuido en gran manera al silencio sobre el pasado y a que tal
corrupción exista en España. Y no me estoy refiriendo sólo a los
miembros de su familia real, sino a todo el sistema de corrupción
heredado del dominio ultraconservador sobre los aparatos del Estado. Tal
generosidad con el Rey contrasta, por cierto, con la dureza de Paul
Preston en su libro sobre Santiago Carrillo, Zorro Rojo. Conocí a
Santiago Carrillo, con el cual tuve desacuerdos, así como acuerdos. Pero
me desagrada en extremo el oportunismo de Paul Preston, que aparece de
nuevo ahora al escribir tal libro, sólo unas semanas después de su
muerte, acusando a tal dirigente comunista de ser ambicioso en extremo, y
de haber alcanzado su deseada prominencia a base de sacrificar a sus
colaboradores. ¿No cree Preston que el Rey fue enormemente ambicioso,
sacrificando a amigos y colaboradores en su deseo de retener el trono, a
costa de fuera quien fuera, incluyendo a su padre? El contraste como
Paul Preston trata al Monarca, idealizándolo, con la manera como analiza
al dirigente comunista Carrillo, demonizándolo, es signo, además de
oportunismo (en sus formas y calendario), de falta de coherencia y
rigor. Paul Preston debería haber sido más riguroso y exigente en su
análisis del contexto político que determinó la existencia de la
Monarquía en España y el papel central que tal institución juega en la
reproducción de las enormes limitaciones que tiene la democracia
española.
Existe hoy un intento muy visible
mediáticamente de evitar el desprestigio total de la institución
monárquica, aupando la figura del Príncipe Felipe para que pueda
sustituir al Monarca actual. Los medios de mayor difusión están
trabajando cuarenta y ocho horas al día para promover tal figura, pues
son conscientes de la centralidad que el Rey (que, según la
Constitución, es el jefe de las Fuerzas Armadas) y la Monarquía, juegan
en el entramado de poder que gobierna nuestro país. Su desaparición
significaría el inicio de la pérdida de tal entramado. De ahí la enorme
preocupación por su posible disolución.
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