
Todos murieron esa misma madrugada fusilados en las tapias del
cementerio del este de Madrid. El Consejo de guerra, celebrado
escasamente 48 horas antes, los condenó a la pena máxima por rebelión militar;
no tuvieron tiempo de solicitar clemencia (inimaginable entonces la
revisión de la sentencia). De las 13 mujeres, siete de ellas eras
menores de edad.
Antonia Torres también fue condenada, pero su sentencia se cumplió
en febrero de 1940, fusilada en las mismas tapias que sus compañeros.
Julia Vellisca tuvo mejor suerte; pasó seis años en la cárcel y le fue
conmutada la pena.
Este años, en que el aniversario coincide con la involución social,
laboral y política que hemos vivido en los últimos treinta, vuelve a
aparecer aquella mano negra del franquismo que, sin complejos, desea
olvidar a los protagonistas de la historia democrática de nuestro país y
niega todo derecho a las víctimas de la dictadura y a sus familiares.
Reconocer a aquellos valerosos jóvenes que, como los miembros de la
JSU , defendieron los ideales democráticos que representaba el estado
republicano en aquellos momentos, frente al fascismo y la barbarie a la
que obedecían los generales golpistas que provocaron una guerra en
España, es un deber para la higiene democrática de nuestro país.
El acto de este año, que se hará, como siempre, en el resto de
tapia que se conversa y que sirviera de paredón de ejecución, es más
unitario celebrado hasta el día de hoy, y a él asistirán, además de
familiares y amigos, representantes de las Juventudes Socialistas y
Comunistas, del PCE, de las Fundación Trece Rosas, de Izquierda Unida,
así como de organizaciones memorialistas, como el Foro por la Memoria,
La Comuna, La sevillana Carril Ancho o la Fundación Domingo Malagón.
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